lunes, 15 de noviembre de 2010

Las frases de Apucheta, por orden de aparición.


  
La primera vez que lo vi a Jaime S. lo escuché decir a modo de saludo: “Seré mi único espectador; de esa manera, no defraudaré a nadie”.


JUAN J.  LÓPEZ  PUCCIO  cap. 1.-



Ahora pienso que en aquel tiempo fui un hombre completo. No dichoso, pero completo. Tenía poco más de veinte años, cursaba el último de la carrera de Sociología. Escribía ficciones, viajaba dos o tres veces al año, acampaba en los lugares turísticos y alquilaba habitaciones en los hoteles que estuvieran desolados…


AMANDA  POLIÉSTER    cap. 2 .-



Yo me sentía avergonzado por los dos. En realidad prefería no salir con ellos porque siempre terminaba en un papelón, aunque nunca discutían. Es más, parecían gemelos en sus asimetrías, que en lugar de oponerse se complementaban…


MIRTA PUJOL         cap. 3.-



A la jornada de depuración venís vos solo, recuerda que le dijo Martín, medio en broma, medio en serio, mientras cruzaban la puerta de la confitería de Apucheta donde se realizaría el supuesto seminario.
Todo parecía dispuesto. Hizo una cuenta rápida. Habría unos treinta iniciados, calculó. El lugar era sencillo: las mesas, la barra, un escenario a un lado, la escalera imponente al final.
De pronto todas las dudas se convierten en certezas. Su respiración se agita y todo se ve tan claro cuando aparece el maestro y tres colaboradoras y Corina al pie de la escalera y Jaime le sonríe y se ubica entre los suyos y si de verdad es arquitecta, además es aprendiz.


MARÍA  LAURA  ISAIA    cap.  4.-





Nadie sabía que estábamos parando en ese hotel, nadie sabía de nuestro viaje a Salta, nadie sabía que mi investigación había llegado tan lejos, pero alguien llamaba por teléfono y pedía por mí. De no haber estado todavía medio dormido, con solo pensar un poco me tendría que haber dado cuenta de que no podía tratarse de otra persona. No era difícil adivinarlo.
—¿Señor Mariani? —dijo la voz por el teléfono—. Le habla Jaime S.
Alcancé a balbucear una especie de saludo. Sin darme tiempo a nada, Jaime enseguida pasó a explicarme por qué me llamaba. Se había enterado de que yo me había desmayado en medio del seminario y quería saber cómo estaba.


NICOLÁS DOFFO      cap. 5.-




La coloradita me tomó de una mano, Vanina de la otra, y nos dirigimos a un living que tendría unos cincuenta metros cuadrados. En el centro había una especie de mesa ratona gigante llena de platos con vegetales y distintas salsas. Alrededor había sillones y butacas revestidas en cuero, y nueve personas, incluido Jaime, se hallaban sentadas en ropa interior untándose aceite unas a otras. Corina le pasaba aceite a un hombre canoso de unos cincuenta años. Éramos tres varones y nueve mujeres.
―Mariani, amigo. Sea muy bienvenido a esta cena. Por favor, póngase cómodo; libere su cuerpo de esas ropas y únase a nosotros.
―Preferiría quedarme así nomás. En todo caso, ¿puedo pasar al baño a lavarme un poco los brazos y la cara? Tengo polvo por todos lados.
―Tierra, Mariani, tierra. Tierra sagrada y primordial de la naturaleza que lo ama y lo abraza. Vamos, amigo, sáquese todo así estamos parejos y comenzamos la cena.


PABLO CASTRO LEGUIZAMÓN   cap. 6.-


Luci está mirando dibujitos animados. Cuando ella está en casa no fumo en el living, prefiero encerrarme en el baño. Las túnicas me recuerdan a Vanina, a sus labios, a su pelo negro, a sus pezones trasluciéndose a través de la tela de la túnica. A sus ojos verdes, inertes, mirando el techo, el día que cerré sus ojos, y abrí los míos.
Suena el teléfono, atiende Luci.
Papá, un señor… para vos, me llama desde el living. Tiro el cigarrillo en el inodoro y atiendo el teléfono.


RAMIRO GARCÍA,   cap. 7.-



―La seguridad es la piel de Apucheta ―mentía el maestro a los colosos protectores―. Con su misión de fuerza ellos todo lo sostienen. En nuestro proyecto ―insistía―, los guardianes son jerarquizados. Integran el primer círculo de la organización y no el último estamento como sucede en la sociedad de consumo o en la feudal, que mandaba al verdugo a vivir en la torre solo y lejos. Valorizamos a quienes nos cuidan e interpretamos que la violencia engendra violencia.


CELESTE  GALIANO  cap. 8.-



… se secuestran en el lugar elementos que pueden tener algún indicio de sospecha y que a continuación se detallan: 1) pileta de plástico, marca Pelopincho, de cuatros metros por dos; 2) 34 kilos de hongos silvestres; 3) 5 cámaras 8MM de marca Sony; 4) 3 consolas de edición de audio y video marcha Yamaha 5) 22 Micrófonos AKD C2000B; 6) 2 Pistolas Bersa, sin número, 3 Pistolas Colta 1911, sin número; 7) 25 cajones de sodas, marca “La Jesusa”, provenientes de Rosario, Provincia de Santa Fe, en unidades discontinuas; 8) 2 Rifles AR 15 Marca Classic Army Full Metal; 9) 765 preservativos, ensobrados por cuatro, marca Camaleón; 10) 22 kilos de dulce de leche, marca “Rincón Dulce”; 11) 102 pomos de gel íntimo de la misma marca de los preservativos por 75 gramos.


FABIÁN TROVATTO    cap.  9.-



Desde que regresé de Salta no he vuelto a pisar el mar; sí quizás a sentirlo, a querer creer en ese imposible, en la despedida del sol, del agua trenzándose entre los dedos de los pies. Algunas tardes de aquel verano, cuando observaba los restos del cielo despedirse y quería imaginar una brisa fresca, cerraba los ojos anhelando que el viento levantara la espuma de la orilla y la trajera hacia mi cara, refrescándome también el pelo, el pecho y llevándose todo el sudor acumulado en ese calabozo, donde el único aire que podía sentir era más pesado que el tiempo.


PILAR ALMAGRO PAZ    cap. 10.-




Lucila va a sobrellevarlo, me dije sintiéndome libre de culpas, liviano en la bicicleta que parecía volar; ella también podrá entender, algún día cuando sea más grande, por qué pasó lo que pasó, por qué su padre hizo lo que hizo. Es cierto, tendrá que remontar tantos años de ausencia y del discurso penetrante de la carcelera.


ADOLFO VILLATTE   cap.  11.-


Los primeros meses fueron los peores, después todo te sumerge en cierto tipo de rutina. En una primera etapa, la espera no es otra cosa que un único anhelo: enterarse de que esa misma tarde, o durante la mañana de tal o cual día, uno por fin va a salir. Superadas estas cinco o seis semanas, en una segunda etapa te conformás con que al menos quien se encuentre procurando esta tarea traiga una buena noticia. Se te va moldeando una armadura, llamémosla antiansiedad. Dicen que habría una tercera, en la que todo se torna más fácil. La coraza se termina y algo cambia para siempre. A partir de entonces, bastaría con que alguien venga, y a veces ni eso.


LUCIANO GALIMBERTI   cap.  12.-



Bajaron los trece escalones hasta la diminuta puerta oxidada. Tomó entonces de su bolsillo las dos llaves; girando primero una de ellas en la cerradura superior, repitiendo la acción en el pasador de abajo. Empujaron con fuerza para abrir. Necesitaron arrimar un banco contra el viejo armario para alcanzar las puertas superiores cercanas al techo. A primera vista la caja de madera contenía fotos, papeles y cacharros. Jaime Junior sostenía la linterna, enfocaba y se mostraba tan ansioso como su madre descubriendo cada centímetro del lugar y lo que pasaría después.


PATRICIO MAGNANO  cap. 13.-



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